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El encantador de Altmore

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A ltmore es una ciudad mediana, situada en una zona costera y pantanosa. Muchos os dirán que es también lúgubre, caótica y, en general, poco interesante. Pero a mí me gustaba mucho. Yo hubiese dicho que tiene un aspecto misterioso, y que parece esconder miles de secretos. Rara vez hace un día soleado. Los cielos permanecen encapotados, y aunque llueve copiosamente las nubes nunca llegan a disiparse del todo. A menudo hace mucho viento, y, por supuesto, frío. Qué queréis que os diga: yo soy de esas personas que prefieren el invierno al verano. El mar es negro y embravecido. Hay miles de historias de marineros que han sido tragados por sus indomables aguas. Sus edificios son grises, sobradamente altos y delgados, de tejados negros y puntiagudos. Muchos están cubiertos por una vegetación salvaje, fruto de la  humedad del ambiente. Las calles, pedregosas y musgosas, también se encuentran embarradas, así que hay que andar con cuidado de no resbalar. Hay una cosa que me en

La Dama de Fuego

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O jalá no hubiese estado en la taberna aquella lluviosa noche, con mis compañeros de robo, escuchando a ese desconocido que vino a llenarnos las cabezas de malas ideas. Especialmente a mí. Me dejé embaucar por sus palabras y por su emocionada y convincente voz. Soy un ladrón. No me arrepiento: lo he sido casi toda mi vida, y tengo mucha experiencia. Tanta, que hace varios años que tomé por costumbre cargar con dos sacos sobre los hombros, en lugar de uno. A mis colegas les hizo gracia y me pusieron el mote de “El Codicioso”. Lo prefiero antes que a mi verdadero nombre. Esa noche, otro canalla se dejó caer en la taberna en la que siempre planeamos nuestros golpes, y nos habló de un lugar grande, abandonado… Y rebosante de tesoros, pero encantado. Todos nosotros somos  nulos , lo que quiere decir que somos incapaces de hacer magia, y por eso nos dedicamos a robar. La hechicería nos espanta. No la conocemos y, dado que jamás podremos practicarla, cuanto más nos alejemos de ella, me